Por Miguel Recio
«Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho». Isaac Asimov (Escritor y bioquímico)
Palabras muy de moda en estos últimos meses producto de la intensa campaña electoral que a pesar de sus pros y contras, afecta la vida nacional de una u otra forma. La palabra percepción esta a la orden del día en esos menesteres. Es como si viviéramos en mundos diferentes; el mundo de la realidad por un lado, y el mundo de la percepción por el otro.
En Internet encontramos una definición que nos parece muy atinada y que vamos a copiar, citamos: «La noción de percepción deriva del término latino perceptio, y describe tanto a la acción como a la consecuencia de percibir (es decir, de tener la capacidad para recibir mediante los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas, o comprender y conocer algo)».
La práctica política de estos meses nos ha dado en la cara con esto de la percepción, y no necesariamente este concepto está relacionado con las bondades o perversidades de un determinado candidato o partido político, sino que el mismo dinamismo de la política ha descubierto otras situaciones sociales que van de la mano con el comportamiento humano y con los valores de la propia sociedad, apuntando con certeza en donde estamos y hacia donde nos dirigimos.
Por ejemplo, sabemos que en nuestro país hay un dicho popular que reza: «buscarse lo suyo»; emulando quizás, lo descrito por Thomas Jeferson y asentado en la Constitución Norteamericana que resalta el anhelado derecho del ser humano del «Pursuit of Happiness» (en Búsqueda de la Felicidad); nada mas lejos del significado de fondo entre una frase y la otra.
Porque hasta dónde puede llegar una persona para hacer realidad su «búsqueda». ¿Se deben echar a un lado los valores que deben primar en una “sociedad civilizada” para alcanzar los objetivos buscados?; o por el contrario deben profundizarse los mismos para lograr los cambios anhelados para sí y para las generaciones subsiguientes.
Estamos viviendo en momentos cruciales en cuanto a la inversión de valores se refiere, y al parecer a muchos no les importa con tal de cumplir con sus deseos, muchas veces desmesurados.
Y es por eso que de acuerdo a la percepción o a la realidad con que se tomen los ejemplos, es que vemos a diario espectáculos deprimentes, aberrantes algunos, como los que a continuación exponemos: políticos que se hacen millonarios y no pueden justificar sus fortunas; tránsfugas que practican la deslealtad, o mejor dicho, la traición, y exhiben ese tipo de comportamiento como si fuese una actitud digna de admiración; delincuentes en ganancia de causa en una justicia mal administrada, mientras que los ciudadanos que luchan por vivir en paz y tranquilidad tienen que defenderse de ser condenados, de una u otra forma, por mantener sus derechos cívicos; estadísticas numéricas que reflejan prosperidad y crecimiento, mientras los bolsillos de los consumidores perciben realidades diferentes en los mercados, supermercados y farmacias del país.
La lista no acaba, y la percepción tampoco.
Dentro de esta vorágine social, lo más llamativo es el criterio, que al parecer está ganando terreno en la sociedad dominicana en los últimos tiempos, y este consiste en que cada quien que se la busque como sea, no importa lo que haga o a quien afecte.
Ese es el ejemplo que se recibe desde arriba.
Ojala y predomine la cordura y los quisqueyanos tratemos de rescatar, con alto espíritu de solidaridad, el respeto a los valores, y el derecho que tiene cada quien de prosperar, pero de forma correcta.